Anoche acudí a la Plaza de la Republica para visitarlos. Y ahí los vi, acostados sobre sus colchonetas, en el piso de la concha acústica. Estaban sonriendo y conversando con las personas que estaban en la Plaza apoyándolos. Esto hizo que la piel se me erizara. Que el corazón se me arrugara. Me sentí orgulloso de tener amigos como ellos. Dispuestos a pasar ronchas, a detener sus vidas personales, en defensa de los derechos humanos, de la justicia. Haciendo sacrificios personales por el bien estar del país.
Es realmente una honra poder decir esos son mis amigos.
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